El tercer cortometraje de Darío Autrán: «Salamandra» inicia su gira por festivales de la mano de City Blue Films.

Tras Nidos de Luz y Efectos de Mayo Salamandra es el tercer cortometraje del director. 

¿Cuánto puede caber en muy poco? Salamandra acredita cómo la creación artística, cuando se adentra en los caminos de la sugerencia y el simbolismo, puede condensar en un breve lapso temporal toda una ebullición de significados… abiertos e indeterminados, ofrecidos por ello a la imaginación del receptor para que los complete. Habla del viaje por excelencia, aquel que vincula el universo de los vivos con el mundo de los muertos. Son varios los links de esa travesía: la paloma que, en un plano fugaz, atraviesa el cielo; la mariposa, emblema de metamorfosis, varias veces visualizada junto a una ventana; por supuesto, el teléfono que permite la conexión, aunque no se escuche al interlocutor, con el otro lado. También el simbolismo elemental del agua (el oleaje que una y otra vez insiste sobre el arenal) y, solo insinuado, el del fuego que connota el propio título: ambos parecen hablar de transformación, de muerte y resurrección. 

         Darío Autrán pone al servicio de esa construcción simbólica un elemento esencial del lenguaje cinematográfico: la contraposición entre campo y fuera de campo. Solo la protagonista, Ismena (como la hermana de Antígona en una tragedia que escenifica también la relación entre vivos y difuntos) es visible y audible. Pero el fuera de campo nos remite a las presencias espectrales de aquellos con quienes contacta: el amado; los padres; finalmente, ella misma. 

         Pero, ¿quiénes son aquí los muertos y quiénes los vivientes? ¿Habla una mujer viva a sus amados difuntos o, por el contrario, es una muerta quien invoca a los vivos? De hacerlo alguien, ha de ser el espectador quien responda a tales preguntas. Este nuevo trabajo de Autrán inicia su distribución de la mano de City Blue Films.